La función central de la respiración es un proceso de intercambio: Al inspirar, el oxígeno contenido en el aire es conducido a los glóbulos rojos. Al expirar expulsamos el anhídrido carbónico.
A nivel psicosomático, la respiración encierra la polaridad de acoger y expulsar, de tomar y dar. Si tenemos problemas al respirar, hemos perdido este ritmo, algo rechazamos, algo no estamos aceptando, hemos perdido el equilibrio en el dar y recibir y estamos recibiendo mucho menos de lo que damos.
Muchas circunstancias pueden obligarnos a crecer y dar un paso más adelante en temas de independencia y libertad, sin embargo, no siempre estamos dispuestos a abordar este camino. La vida nos brinda la oportunidad de tomar más de ella, pero por alguna razón, rechazamos esta oportunidad y sentimos que nos asfixiamos al sentirnos incapaces de avanzar.
Para avanzar hay que soltar (exhalar) lo que ya no funciona y debemos tomar (inhalar) lo que es útil para nuestro presente. El cambio tendría que ser tan natural como respirar, pero las resistencias lo hacen difícil. No dejamos de respirar, pero dificultamos el proceso.
Cuando logramos por fin comprometernos con nuestra vida y nos damos la oportunidad de dar el primer paso hacia la libertad e independencia, es entonces cuando podemos entonces respirar de nuevo, tomar más aire y con ello, tomar más de la vida, equilibrando el ritmo de inhalar y exhalar, dar y recibir en la misma proporción.
Todas las afecciones respiratorias, ya sean virales o no, llevan este mensaje en menor o mayor proporción. Mientras una gripe nos puede hablar de aquellas circunstancias o personas que ya no soportamos más y la enfermedad nos «aisla» obligadamente de aquello que no soportamos, el asma nos puede hablar de aquello que nos asfixia y es insostenible. La tos, puede hablarnos de palabras que no expresamos y quedan atoradas y las alergias de aquellas cosas (circunstancias o personas) que representan peligro para nosotros, siendo inofensivas. Un sistema inmunológico debilitado puede hablarnos de nuestra incapacidad de defendernos de los demás o poner límites sanos aceptando lo que no deseamos.
Sanar las vías respiratorias representa una forma de reconciliarnos con la vida y de cierta forma, estar en comunión con ella, siguiendo un ritmo justo en el dar y recibir, haciendo justicia para nosotros mismos al restablecer el equilibrio.
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